Sí, habéis leído bien. El artículo de hoy se titula tal cual lo dispuso Hans Christian Andersen allá por mil ochocientos y pico -1845, para ser exactos- en el cuento más gélido que hasta hoy se conoce. Esto es debido a que este ha sido para algunos el fin de semana de los descubrimientos, aunque de esa historia ya hablaremos en otro momento. Entre estos descubrimientos he tenido el gusto de ver 'Frozen', la adaptación -por llamarlo de algún modo- de este cuento tan inspirador por parte de lo que todos conocemos como la fábrica de sueños por excelencia: Walt Disney Pictures.
Dicho descubrimiento se basa en uno de los personajes principales del mencionado largometraje: la reina Elsa -la rubia, para que me entendáis-. Aunque no suelo tener por costumbre hacer reseñas cinematográficas por la gran diversidad de opiniones que pudieran surgir, en este caso me ha llamado la atención el contexto que entraña este personaje tan especial.
¿Qué hace ser especial a este personaje? La respuesta sería: ¿qué es lo que no lo hace? Partiendo de la base de que es una reina y de que adoro las coronaciones, principalmente me vi gratamente sorprendido por el estilo y la gran elegancia que se presenta plasmada en ella, aportándole ese toque tan característico de Disney sin llegar a ser cargante. Aunque de cabellera con un platino inconfundible y el poder de hacer surgir hielo de la nada, lo que más me pudo llamar la atención fue su magnífico vestido azulado con lágrimas de hielo a modo de pedrería al más puro estilo de Elie Saab -uno de mis tantos preferidos- con su fabulosa capa incluída, una verdadera obra de arte hecha en 3D solo apta para amantes del frío como yo.
Como conclusión podría decir que este "descubrimiento" es una muestra de que la belleza puede estar escondida cualquier parte, incluso en una película para niños -aunque siendo Disney, más de uno se pensaría asistir-.
