lunes, 3 de diciembre de 2012

PELUQUERÍA

Podría escribir hasta aburrirme sobre lo que significa la palabra “peluquería”, sin embargo no podría describir el ciclo formativo que a día de hoy realizo sin que mis lectores sepan lo que significa. Para aquella persona ajena e ignorante -las cuales hay por doquier-, la peluquería es quizás una de las profesiones más fáciles, tristes e insignificantes que puedan existir, sin embargo no saben que su imagen sin ella se vería reducida a cenizas. Este tipo de personas cree que ser peluquero no es más que lavar cabellos, teñir o peinar a la primera clienta que entre por nuestra puerta, sin tener en cuenta todo el contenido que abarca, la elegancia que se debe alcanzar para ser respetado y sobre todo, que para llegar a tal puesto no eres nadie si careces de pasión por dicha maestría.


Llegados a este punto, podría describir dicha profesión como el arte de transformar, mejorar o incluso rehabilitar el cabello de una persona, en cuyo caso sería una clienta que paga por la calidad de nuestro servicio, puesto que nadie acude a un salón de peluquería pudiendo servirse a sí misma en la intimidad de su domicilio. Comparar peluquería con arte podría ser confuso o quizás desequilibrado, pero las personas que aman este mundo saben que la cabellera a tratar es su lienzo y sus manos son su único pincel.

Como mencioné en el párrafo anterior, no puedes realizar un recogido sublime, una higiene capilar perfecta o un color único si no tienes verdadera pasión por lo que realizas, sería como intentar escribir esta redacción con un bolígrafo sin tinta. De eso se trata lo que a esta profesión se refiere. Desde el primer día de clase se debe tener muy claro que para ser un artista de la peluquería y llegar a ser alguien, debes labrar tu nombre y trabajar minuciosamente para no defraudar a tu clientela, puesto que un artista sin nombre es un artista sin futuro

© JESÚS GUERRERO VÁZQUEZ
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